La Piedra de amolar.
P/ Jorge Martinez R.
Antes que el hierro o fierro ya
existía la piedra de sacar filo, punta o simplemente amolar el hierro en sus
diferentes modalidades después que el fuego ya las mandarrias hacían lo propio.
Sin remontarnos a la prehistoria
del hombre y los materiales, vamos a
reseñar sucintamente, parte de lo que ha
significado la piedra de amolar para el desarrollo integral de la humanidad.
Con la aparición del oro, el
hierro, el cobre etc. el hombre pasa de
la piedra y la madera, a elaborar herramientas para la defensa de su integridad
física y la guerra para defenderse y marcar su territorio y el de los lo suyos, como la puya, la lanza, el hacha,
el cuchillo, el machete, el pico y la chícora entre muchos objetos punzo
penetrantes o cortantes, siendo su única aliado la inefable piedra de amolar.
La piedra como la tierra son cosas sagradas de la
naturaleza y una bendición como compañera del
hombre del campo y la montaña.
Nada mas odioso que tratar de
cortar o picar algo, con un hierro sin filo o sin punta, llámese cuchillo,
machete, pico, azadón, chícora, tijeras etc. Y es allí donde la bendita piedra
de amolar juega su papel fundamental, de sacarle filo a todos los instrumentos
que usamos en nuestra rutina de vida diaria.
Las piedras de los ríos y
montañas, han sido las mas preciadas por su naturaleza arcillosa o caliza que
permite que cada hierro se afile con mayor intensidad, al punto que hasta la
navaja de afeitar se afila con piedras antes de cortar la barba o el pelo
cualquiera que sea.
Cada campesino que se precie de
ser agricultor, tiene en su casa, su rancho o conuco su piedra de amolar y es
una de las pocas cosas que nunca se intercambian o se prestan entre si; por cábala o cuentos de camino: “De que si
amuelan con mi piedra me puedes cortan la cabeza”.
Hay piedras antiguas que
conservan algunas familias de Caripe y La Guanota, lamentablemente no conservo
las de mis abuelos, por que eran en sus tiempos comerciantes, jugadores y hasta
enamoradores que no me dejaron como herencia
“La pierda de amolar”
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