“EL ULTIMO HACENDADO”
Manuscrito de Gonzalo Martinez, ( El Cronista de La Guanota)
Transcrito Por Gerardo Martinez R. ( Su ultimo retoño)
Profesor de historia y abogado especialista en derecho de los pueblos originarios
Transcrito Por Gerardo Martinez R. ( Su ultimo retoño)
Profesor de historia y abogado especialista en derecho de los pueblos originarios
Para hablar de la vida del café, su
incidencia en la economía y la cultura de Caripe, y quizás de otras regiones
del país, quiero hacer un recuento sucinto sobre la historia de esta
maravillosa planta, bajo cuya sombra se han levantado unas cuantas
generaciones. Se dice que fue el pastor Caldí, en Abisinia, el primero que
descubrió esta planta silvestre y probó sus primeros granos, luego apareció en
Egipto, Persia y Turquía, y que fueron los árabes los primeros en tomar su infusión.
Se dice también que llego a Europa, Londres, en el año 1.656 y que en París se
abrieron los primeros “Café” en 1.670; pero fue hasta el año 1.714 cuando este
cultivo fue introducido por los franceses en sus dominios insulares del Caribe,
comenzando en la Guayana Holandesa. En Martinica se introdujo en 1.723 y de
allí pasó a Jamaica, Guadalupe y Cayena. De la Martinica Francesa pasó a los
dominios insulares de España en el Caribe, Santo Domingo y Puerto Rico y más
tarde a Cuba. En 1.730 fue introducido en la región del Orinoco por los
misioneros religiosos establecidos allí, según cita de José Gumilla en 1.741.
Para 1.740 se extendieron los cultivos a la gobernación de Caracas y, según el
informe de Miguel de Santiesteban, para el año de 1.755 existieran cultivos de
café en Coro, y consta que en esa fecha se exportaron las primeras 156 libras
de café en naves de la Compañía Guipuzcoana con destino a Cádiz, con un valor
de cuatro (4) reales la libra. Otra exportación de 4 quintales para España y 4
quintales para Santo Domingo (800 libras) se hizo en 1.755, cosechados en
Aragua y Valencia. También en Cumaná y Río
Caribe había cultivos de café para el año 1.776. De Maracaibo se exportaron En 1.778,
455 libras de café, y de allí se dio
inicio al proceso de “Descasamiento” del grano. En 1.768, por decreto
del gobernador, se ordenó el cultivo de café en toda la extensión del territorio
de la gobernación y se exoneró de impuestos y tributos a todos los cosecheros
de café por 5 años.
Para 1.785 se inician las
exportaciones regulares de café, no obstante el gran consumo interno. La
cuantía de estas exportaciones evidencia el avance de la producción cafetalera
en la provincia, como lo demuestran las siguientes cifras:
AÑO
|
DESTINO
|
LIBRAS
|
1.785
|
España y Canarias
|
2.883
|
1.786
|
España y Canarias
|
5.138
|
1.787
|
España y Canarias
|
6.417
|
1.788
|
España y Canarias
|
6.816
|
1.789
|
España y Canarias
|
25.055
|
1.790
|
España y Canarias
|
65.443
|
TOTAL
|
111.752
|
El precio para entonces era de 18
pesos por quintal de 100 libras, superior al del cacao, que era de 13 ½ pesos
la fanega de 110 libras. Obviamente, la creciente demanda del café, impuesta
por la moda del consumo, venida de las grandes Capitales Europeas, estimuló a
los productores del fruto, y es así como en 1.790, según el informe de Manuel
Herreros, en la zona comprendida entre el río Arauca y el río Tocome, lo que es
hoy desde San Bernardino hasta Petare, había 19 grandes plantaciones de cafetos
con un total de 148.000 arboles frutales y 345.000 en almácigos, para un total
de 493.000 plantas, lo que suponía una producción de 300.000 libras ese año y
un calculo de 950.000 a 1.000.000 de libras dos años mas tarde.
Los propietarios de estas
plantaciones para 1.790 en la Gobernación de Caracas eran: el Presbítero José
Antonio García Mohedano, con 60.000 matas, el Presbítero José Antonio Hurtado,
con 60.000 matas, Miguel José Lanz, con 50.000 matas, Bartolomé Blandin, con
40.000 matas y le seguían con cantidades menores: Domingo Velázquez, Juan Amaro,
Antonio Arguela, Francisco Domínguez, el Presbítero Pedro Palacios y Soto, Ana
Muñoz, Antonio Sojo, Concepción Sojo, Esteban Sojo, Miguel Carmona, Juan Félix
Palacios y Sojo, Pedro Gallegos, Nicolás Rabelo, José Julián Naranjo y sus
hermanas y Nicolás Suarez.
A partir del año 1.791 las
exportaciones de café, añil, algodón y azúcar podían hacerse a cualquier país
de Europa o América, libres de impuestos, diezmos o alcabalas, lo que incentivó
el cultivo de grandes extensiones de café, subiendo las exportaciones para ese
año a 141.241 libras, mas el consumo interno.
En un resumen que se extiende hasta
el año 1.797, salieron por los puertos de la Capitanía General de Venezuela las
siguientes cantidades:
AÑO
LIBRAS
|
1.791
154.950
|
1.792
145.060
|
1.793
403.989
|
1.794
637.842
|
1.795
746.243
|
1.796
892.974
|
1.797
535.950
|
Al entrar el siglo XIX la producción
de café se encontraba en pleno y acelerado ascenso, y es así como en 1.805
salieron por La Guaira 2.774.316 libras; para el año 1.809 salieron 7.000.000
de libras, siendo este el mayor volumen de exportación antes del inicio de la
revolución emancipadora. Para la década de 1.830 – 1.840, la exportación
promedio anual fue de 6.320 toneladas, y entre este ultimo año y 1.870, fecha
aproximada de comienzo de cultivo de café en Los Andes, tal promedio alcanzó a
16.500 toneladas anuales. Aquí comienza la gran expansión del cultivo de café,
y para 1.870 y finales del siglo XIX, las exportaciones sobrepasan las 38.000
toneladas anuales.
Las exportaciones siguieron incrementándose
en los primeros años del siglo XX, llegando a su punto culminante en 1.919,
cuando se exportaron 82.382 toneladas. A partir de entonces la agricultura ha
venido experimentando numerosos altibajos tanto en la producción como en los
precios, debido a numerosos factores como las guerras mundiales, la aparición
del petróleo, la recesión económica mundial de 1.929 y la crisis de la década
de los años 30 y la expansión del cultivo del café en Brasil.
Los volúmenes de producción de 1.919
no han vuelto a repetirse y las fluctuaciones han sido de tal magnitud que
pasaron de Bs. 2.166 la tonelada en 1.928 a Bs. 550 en 1.939, el valor mas bajo
de su historia; mientras en 1.983 llegó a Bs. 11.984 la tonelada. Y aquí sería
bueno decir que hemos tenido la oportunidad de ver vender esa misma tonelada de
café al asombroso precio de Bs. 2.173.900 en el año 1.998 y en el mismo año
caer a Bs. 653.000 la tonelada, lo que representa uno de los mayores colapso en la historia de la caficultura venezolana si tomamos en consideración el
estado de estancamiento e indefensión al que ha quedado expuesto el productor
ante la grave crisis económica que vive el país.
No se puede negar que han sido
numerosas las medidas que han adoptado los gobiernos para proteger la
caficultura por su condición de cultivo generador de divisas y protector
de los suelos. Al respecto se han creado instituciones y mecanismos que han
contribuido al incremento de la producción y mejorar la calidad del producto.
Para los años 1.975 – 1.984 hubo una producción promedio anual de 57.104 y
60.861 toneladas y se obtuvo en 19 entidades federales; pero concentrada
principalmente en los estados Táchira (24%) Mérida (15%) Trujillo (15) Lara
(13%) Portuguesa (13%) Monagas (5%) Sucre (4%) y Barinas (2%).
Ahora bien, después de este recorrido
por la geografía nacional, llevando como bandera la figura del café, debemos
regresar al punto de partida, que en este caso es mi entrañable región de Caripe,
no para reactivar sus preocupaciones ante la situación coyuntural que vive la
región como consecuencia de la baja de los precios del café, sino para decirles
que Caripe nació, creció, surgió y se mantuvo en razón del café, y que esto
seguirá siendo así mientras existan hombres que se mantengan firmes en su
propósito de no dejar decaer jamás el espíritu de un pueblo que ha sabido
levantarse en situaciones peores, superando todas las crisis y demostrando al
mundo que, ante la amenaza de cualquier calamidad, están siempre listos para
enfrentarla con su voluntad, su inteligencia y su trabajo.
Sabemos que a través de un largo
periodo, el café fue siempre el soporte fundamental de la economía y el
desarrollo de Caripe; pero sabemos igualmente que desde hace mucho tiempo el
café empezó a perder fuerza y a ceder ante el empuje de las presiones del
progreso y fue cuando los hombres del campo, armados con sus aperos de
agricultores menores, salieron a meter su brazo para forjar una economía
alternativa mediante el cultivo de la tierra y la comercialización de nuevos
productos para mantener viva la actividad de la región y produciendo el dinero
necesario para atender los requerimientos de la marcha indetenible del progreso
que le impone la tarea de actualizar el modo de producción, sustituyendo el
café, primero por el comercio de hortalizas y tubérculos y, en la actualidad,
el futuro apuesta por el turismo.
Pero volviendo al tema del café,
podemos destacar que, si revisamos su trayectoria a través de todas las épocas,
podemos deducir que el café a jugado siempre un papel preponderante donde
quiera que se le haya cultivado y procesado, tanto en el comercio como en la
economía, la sociedad, la cultura y hasta en la política de los países y las
regiones. Su incidencia ha sido tan destacada que en Venezuela, antes y después de la
gesta emancipadora, uno de los 3 poderes fundamentales de la sociedad civil del
país lo constituían los hacendados junto a la iglesia y la gobernación. Gran
parte del sostenimiento de la guerra de independencia fue sufragado por el café
y el cacao. La edificación de la ciudad de Caracas, durante la colonia, y el
postín de su elite gobernante lo costeaba el café y el cacao; y todo el
desarrollo de una nueva civilización que trascendió hasta nuestros días, se
debió a la contribución del café y el cacao, por espacio de 3 siglos. Y si nos
trasladamos de Caracas hasta Caripe, nos encontramos con algo similar; y aunque
no podemos precisar la fecha en que hizo su aparición, el café marcó una época y estableció un sistema de vida en la región,
que se adoptó como patrón y se mantiene como soporte del desarrollo.
Sería temerario negar que sin el
aporte del café, no contaríamos hoy con una estructura económica y social que
nos ubica en una posición de avanzada en el ámbito del progreso regional.
Por todo lo dicho, quienes nacimos y
nos formamos bajo el amparo de los cafetales de Caripe y con nuestro trabajo
contribuimos al fomento de las posesiones que formaron la base del surgimiento
de un pueblo que sigue exhibiendo con orgullo su cultura y su prestancia, no
podemos negar nuestra nostalgia ante la amenaza que se cierne sobre el café
como nuestra potencial fuente de ingresos, como consecuencia de las
circunstancias que lo rodean.
Quizás no sea la caída de los precios
la peor calamidad que confrontamos, si recordamos que hemos tenido crisis
peores que este concepto y hemos logrado superarlas; pero no podemos olvidar
que eran diferentes los esquemas de producción y comercialización. El manejo de
las haciendas lo hacían los “Hacendados” en forma personal y cada uno contaba
con un significativo número de trabajadores que vivían y se reproducían dentro
de la finca y con su trabajo excelente contribuían al mantenimiento de la
finca, mientras el dueño, en gesto paternalista, les proporcionaba techo,
comida y protección.
Elementos como el comercio, la cría
de animales, la bodega, el servicio de las mujeres y los muchachos, el trueque,
los arrieros, la mano de obra voluntaria y barata, la escasez de otras fuentes de
trabajo, el miedo a las autoridades, la falta de comunicación, el aislamiento
de la pobrería; eran factores que coadyuvaban al mantenimiento de las haciendas
y hacían de los hacendados los benefactores de una clase desposeída que, en
forma directa, aportaba el mayor capital para el sostenimiento de la
caficultura, como era su fuerza laboral.
Con la apertura de las comunicaciones
y el surgimiento de nuevas fuentes de trabajo en el resto del país, se produjo
la emigración de la “peonada” en busca de nuevos horizontes; comenzó el
encarecimiento de la mano de obra, se estableció el pago efectivo al
trabajador, se reglamentó el horario de trabajo, se cambiaron los sistemas de
administración, se multiplicaron los endeudamientos, se retrasaron los
compromisos con los entes crediticios, se eliminaron los cultivos menores, se
esfumo la cría de animales de patio, se multiplicaron los gastos familiares, se
impuso la carrera del lujo y el riquísimo, se abandonaron las casas de campo,
se desatendió el cultivo del café, se impuso la vida citadina, el estudio
desplazó a la tradición y el peón dejó de producir peones y el hacendado dejó
de producir hacendados, rompiéndose el ultimo eslabón de la cadena de
producción cafetalera. Todo esto, unido a la inflación, el monopolio del
producto, la competencia externa y el fenómeno de la corrupción administrativa,
tienden a sellar el colapso de la caficultura, agravada con el encarecimiento
del dinero, el costo de los insumos, las enfermedades de las plantas, el
empobrecimiento de las tierras de cultivos y, como si esto fuera poco, influye
el empobrecimiento del espíritu del hombre del campo ante la falta de
incentivos para reactivar la actividad cafetalera; pues, no se vislumbraba en
las nuevas generaciones de herederos ni vocación de “Hacendados” ni retorno a
la condición de “pión”.
Quienes tuvimos la oportunidad de
conocer la vida de la caficultura en nuestra región y convivimos con todos y
cada uno de los hombres que desarrollaron esta gran obra en Caripe, vivimos con
nostalgia y preocupación el giro de los acontecimientos y deploramos la
desaparición de aquellos personajes que a punta de grandes sacrificios
construyeron un emporio de inmensas riquezas para la región.
Me gustaría citarlos a todos por su
nombre y ubicarlos en el sitio donde trabajaron; pero por respeto a su memoria
solo diré que fueron mártires de su época y que sus rastros no deberían ser
borrados por el tiempo. Allí quedaron como testimonio de su obra, sus
decadentes plantaciones, sus viejas y destartaladas casonas, una generación de
viejos peones agradecidos y, tal vez, una que otra calle de Caripe reciba su
nombre; pero lo que realmente inmortaliza a estos precursores de un pueblo, ya
no existe: la envergadura, el compromiso, el coraje, la pasión y la
estirpe de “El Ultimo Hacendado”
. Gonzalo Martinez
C.I. 542.748
La Guanota,
04/04/1999
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